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Carta Abierta de Rosa Reinoso desnuda el dolor que atraviesan muchas chicas que juegan al voley

A raíz de las repercusiones del video de la campaña por la concientización de los trastornos alimenticios en el deporte, Rosa Reinoso, actual capitana del club Gimnasia y Esgrima de La Plata decidió reflexionar sobre la temática y compartir su experiencia durante su carrera deportiva.

Estos relatos pueden herir tu sensibilidad.

Carta abierta de Rosa Reinoso, capitana de “Las Lobas” e integrante del Colectivo Doble Cambio:

En estos momentos en los cuales con el Colectivo Doble Cambio nos planteamos qué cosas mejorar para llegar a ese ideal de la Profesionalización del Voley Femenino, me he replanteado ideas de mi recorrido como jugadora y a mi formación en torno a las cuestiones que competen a mí estado físico y salud en general, llegando a las siguientes reflexiones:

En el deporte se tiene una visión meritocrática del cuerpo, es decir tenés el cuerpo que te merecés, ya sea porque no haces dieta, no haces el ejercicio necesario, te gusta comer, etc.

¿Se podría decir que para nuestros entrenadores/as, no nos esforzamos lo suficiente para llegar a ese ideal de cuerpo que ellos esperan de nosotras? La verdad es que de chica, notaba en mis compañeras y en mí, hacer locuras por llegar a “ese ideal”, como por ejemplo desayunar solamente té antes de entrenar, pasar horas en el gimnasio, hacer “dietas milagrosas”, almorzar sopa todos los días y miles de cosas más. Entonces, ¿el fin justifica los medios?

Cuando era chica y me pedían que baje de peso, desde la manera más respetuosa, a la que más me marcó, que fue cuando un médico al que acudí por un tirón en el abdominal, me agarró un rollo y dijo: “Nena, estás 3 kilos arriba” e inmediatamente se lo comentó a nuestro entrenador que pasaba por ahí, como si fuera una vaca de su ganado que engordó, a pesar que en ese momento estaba en mi peso más bajo.

Además de todas esas humillaciones, cada una solucionaba “su problema” como podía y en muchas ocasiones lo hacía en soledad, porque nos daba vergüenza y cada vez nos cerrábamos más. Estando en pleno desarrollo físico, psíquico, emocional y social, nos exigían y tiraban comentarios sobre nuestros cuerpos y rendimientos de forma hiriente y despectiva, pero nunca nos daban las herramientas para que podamos educarnos, aprender y entender cómo mejorar nuestra condición física para cubrir las exigencias del alto rendimiento. Uno de los mayores sueños de un/una deportista es vestir la celeste y blanca, por eso lo soportábamos en silencio.

Cuando “los resultados” se notaban a la vista de cómo habíamos descendido de peso y cómo nos cambiaba el cuerpo, nos felicitaban.

Indirectamente alentaban a que continuaras con estas prácticas insanas sólo porque daban los resultados que ellos pretendían, pero jamás se cuestionaban cómo es que lo habíamos logrado y tapaban con el dedo una grieta en una represa que cada vez se hacía más y más grande.
No sólo teníamos que llegar a tener la aceptación de nuestro nuevo cuerpo sino que también debíamos aprender a lidiar con las consecuencias que nos traían esos métodos, por ejemplo: no tener fuerza para pegarle a la pelota, mareos, cansancio extremo, falta del período menstrual, etc.

Obviamente se tornaba insostenible en el tiempo y al volver a nuestros hábitos anteriores se producía el famoso efecto rebote y el ciclo volvía a empezar, hasta que por fin llegamos al punto, éste punto en cual podemos asesorarnos y nos entienden realmente para que podamos cambiar definitivamente nuestra realidad.

Hasta el día de hoy mis papás no saben lo que sufrí, porque ni siquiera a ellos se los pude contar en ese momento. Crecí sin fundamentos nutricionales y el acceso a los alimentos recomendados, porque en épocas de crisis, en mi casa no cenábamos y muchas veces se comía arroz o fideos con verduras o huevo con suerte, la carne no era moneda corriente. Con esto quiero decir que por más que haya tenido los conocimientos, probablemente no los habría podido aplicar, esas herramientas que yo pedía a gritos no me iban a servir, por aunque a mi familia le hubiese alcanzado para comprar lo que yo debía consumir como deportista de alto rendimiento, no hubiese sido justo para mis hermanos/a que yo me siente a la mesa y esté comiendo una milanesa, un bife o salmón en lo más alejado de nuestra realidad y ellos estén comiendo arroz.

Como estudiante de medicina sostengo que la personalización en la atención de la salud es vital para que sea de calidad, entender la situación del paciente y darle las herramientas que se encuentren dentro de sus posibilidades es fundamental.

En muchas ocasiones, la atención en equipos se da justamente en equipo, en forma grupal . Los profesionales que reiteradas veces, dan solidariamente su tiempo y sus conocimientos ad honorem tienen que apagar incendios y lo hacen de la manera que pueden, claro está que su tiempo no es infinito, por eso las antropometrías, las charlas nutricionales y las devoluciones se dan en forma grupal y algunas veces a la vista de todos, exponiéndonos, sobre todo en las devoluciones con las que se nos cataloga de tal o cual manera, por tener más o menos grasa, por tener más o menos masa magra, por eso creo que la atención despersonalizada deshumaniza, porque además trae consigo la ruptura de la confidencialidad, se pierde el consentimiento informado, no hay ni confianza ni relación profesional de la salud – paciente.

Por eso creo que las y los actores del deporte, antes de comentar u opinar sobre el cuerpo del otro/a, deben informarse porque esa simple acción u exposición puede provocar una marca que sea difícil de borrar.

Por eso cito a Claudio Sánchez: “Una palabra tuya bastará para hacerme mierda”.

Rosa Reinoso

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