Tatiana Rizzo es líbero de la Selección Argentina, de Boca Juniors y fue una de las 12 jugadoras que disputó el primer Juego Olímpicos en la historia de Las Panteras, en Río de Janeiro 2016. Pese a ello, al mismo tiempo, estudia nutrición. Nada es imposible…
PRENSA BOCA – Múltiple campeona argentina y metropolitana con Boca Juniors, olímpica con la selección Argentina en Río 2016 y parte del proceso actual camino a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Eso son algunos de los logros deportivos del gran camino que forjó como deportista esta oriunda de San Fernando, que en momentos de pandemia y aislamiento, no dudó en volcar su tiempo libre en busca de un nuevo título pero esta vez dentro de la rama de la salud.
Transitando las últimas materias, la dueña de la camiseta número 5 recuerda el momento en que tomó la decisión de estudiar: “Fue en el año 2013. La nutrición me llamaba mucho la atención siempre asociándolo a lo deportivo, me apasionaba saber qué tenía que comer un deportista antes, durante o después de la competencia. Siempre le dí mucha importancia al tema de la alimentación, desde que comencé con una nutricionista me cuido y ya desde niña hacía mucho hincapié en la alimentación. En el 2013 justo tenía una compañera de selección que había comenzado a estudiar a distancia y fue una solución a mi problemática. La falta de tiempo y tener que estar viajando me frenaron muchas veces a comenzar, este sistema de aprendizaje a distancia me encuadraba con la realidad que yo tenía en ese momento, desde ahí averigüé y me tomé la decisión de arrancar. Fue todo un desafío iniciar mi segunda carrera universitaria además de mi profesorado de Educación Física“.

Llevar las dos cosas adelante en paralelo no ha sido sencillo y así lo describe: “Creo que quizás si no hubiese tenido la carga de entrenamiento y los viajes, además haber vivido dos años en Brasil en el medio de la carrera, seguramente la hubiese hecho en otro tiempo, tal vez un poco más acelerada. Por mis obligaciones como deportista, sabía que debía hacerlo a un ritmo un poco más lento que los demás estudiantes, pero la verdad que tuve claro desde el principio que lo iba a hacer encontrando mi ritmo. Busqué siempre la mejor forma de combinar ambas cosas, mi carrera como atleta y mis estudios universitarios. Tal vez lo más complejo es poder seguir al día en los momentos en que una viaja, me ha pasado de tener que rendir un parcial en el medio de una competencia internacional donde coinciden horarios de entrenamientos o partidos. Ahí el esfuerzo es grande, pero no tengo dudas de que si hay voluntad se buscan los medios para focalizarse en ambas cosas”.
“La otra vez pensaba en que si no hubiese estado en cuarentena habría sido más difícil, realmente no sé si el contenido que nos han brindado los docentes este año era el estipulado o se potenció por el aislamiento. Pero sin dudas este período en casa me ayudó no solo a poder avanzar a las instancias finales de la carrera, sino también a tener la cabeza ocupada en algo productivo además de los entrenamientos con el club. Busqué de sacarle un rédito positivo a toda esta situación”, señala sobre sus días cumpliendo el aislamiento obligatorio.
A sus 33 años, reflexiona sobre la proyección al momento en que se aleje de las canchas: “Uno muchas veces cuando está en competencia no le da importancia al después. El futuro luego del vóley fue y es algo que me inquieta, siempre me interesó planificar mi vida una vez que deje de ser jugadora. El deporte tiene muchas cosas lindas pero los deportistas tenemos una fecha de caducidad. Es importante hacernos cargo de nuestra fecha de vencimiento. El seguir estudiando y hacer un deporte de alto rendimiento tienen compatibilidad, creo que la organización es clave para poder hacer las dos cosas, cada una a su tiempo y con sus compromisos. Si las ganas y el objetivo están latentes, se puede cumplir con todo de buena manera”.
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