Diario Uno – En una gota de sangre cabe un universo infinito hacia lo minúsculo. Allí está la herencia, los códigos genéticos de la carne, la materia. Cuando nace un hijo, los padres le agregan lo intangible que guardamos los seres humanos: el amor.¿Pero donde va ese amor, si el hijo es separado de quienes le dieron la vida? -Una bella historia, con un marco inusual, ayuda a arriesgar la teoría de que esa energía queda flotando en un macro universo, y une a los emparentados en materia y amor atraídos por un hilo invisible.
Pablo, más conocido como Paco, tuvo una hija, sin saberlo. Cuando se enteró de su existencia, la buscó por años, por todos los medios, y con pocos datos y no obtuvo frutos. Sin embargo, ambos se atrajeron mutuamente, y sin proponérselo, el universo, destino, o lo que fuere, los unió y se encontraron. El escenario del encuentro, una cancha de vóleibol. La historia fue conocida y dada a conocer por una emblemática periodista del deporte de las altas redes, María Eugenia Candal, quien la plasmó magistralmente en la publicación Somos Voley.
“Yo a los dos, tanto a Paco como a Julia los conozco desde hace muchos años, sobre todo me ha tocado estar en un montón de torneos (abiertos y Copas Argentinas) donde ha estado Paco, y en esos viajes y torneos que he estado siempre te pones a charlar de voley, y yo me entere de esa historia así, no directamente por ellos, sino por esas charlas que compartís siempre”, respondió la periodista descubridora de este novelón verídico, y quien primero lo puso en negro sobre blanco.

UNA HISTORIA INCREÍBLE
Esta novela -que supera a la más inspirada ficción- comienza en 1989, cuando un joven jugador de voley cordobés llamado Pablo Baldo, que estaba viviendo en Santa Fe, rompe con su pareja y retorna a sus pagos. Pero ese amor truncado ya había dado frutos, y sin saberlo el lungo deportista, en abril del año siguiente nació una niña, que luego fue puesta en adopción por su madre. Pablo se enteró a fines de ese año y estuvo durante cinco meses buscándola infructuosamente. El destino había separado a dos vidas que tenían casi todo en común, quizás para siempre, borrando las huellas que podrían unirlos.
Por un lado el papá Pablo continuaba su carrera deportiva en Freyre, Córdoba, mientras la hija, Julia, en Santa Fe tenía un nuevo hogar junto a quienes la recibieron con amor y le dieron el apellido Benet.
Como la casualidad no existe, la niña pronto comenzó a desplegar una altura poco común, y eligió un deporte: el vóleibol. Así se destacó en su club, integró seleccionados en su provincia. En el año 2007, el club 9 de Julio Olímpico de Freyre tuvo en la mira como refuerzo para la Liga Femenina a esa alta santafesina de 17 años llamada Julia. ¿Quien se encargaba de revisar las fichas de las jugadoras? -Pablo Baldo.

Allí el hilo invisible comenzó a hacerle cosquillas, y en una charla con otros integrantes del cuerpo técnico, éstos le dieron la pieza que faltaba en el rompecabezas: Julia era adoptada. La sospecha ya se teñía con certezas, pero la jovencita, sabiendo que aquellos a los que llamaba padres, en realidad sólo lo eran de corazón, sólo eso bastaba, y respecto a su progenitores biológicos, no tenía la curiosidad de conocerlos y solo sabía el nombre de quien la había parido.
Pero fue recién en el año 2008 cuando otra vez el destino hizo que sus huellas caminaran paralelas y se corriera el velo que los separaba. Disputándose la Copa Argentina en Chapadmalal, no hizo falta que un profesional hiciera un examen de ADN, un simple fotógrafo develó lo que era evidente.
Casi convencido de que esa flaca alta que ahora vestía la camiseta del club santafesino Villa Dora era su hija, Pablo le encargó discretamente a un fotógrafo que hiciera varias placas de la jugadora “para observarla para la Liga”. El fotorreportero, ignorante de la sospecha de Paco cuando lo buscó en el estadio para darle las copias al día siguiente y no lo encontró, se las dejó al papá de una jugadora de Freyre diciendo: “¿Le podrá entregar estas fotos a su entrenador? –Son las fotos de su hija. Después me las paga”.
Al año siguiente Pablo tuvo toda la documentación y la certeza de que era su hija. Ahora el desafío era decirle a ella que él era su padre. Con mucho tacto, y por terceras personas de su confianza, comenzó el sondeo. Julia estaba feliz y satisfecha con su familia, y pese a saber de que era adopatada, nunca había mostrado interés por conocer a sus padres biológicos.
Vía Messenger aquella persona que chateaba a menudo con Julia, un buen día le preguntó si quería saber quien era su padre, y ante la respuesta afirmativa, se abrió una nueva vida para la santafesina. “Tengo recuerdos muy vivos de ese día en el que me enteré que Paco era mi padre biológico. Estaba viviendo en el CENARD, sentada en el pasillo, chateando en el MSN y una letra rosada me preguntaba si quería saber quién era mi papá biológico. Realmente no cuestiono ni critico el método que utilizó para contármelo porque dudo que haya una forma adecuada. Simplemente pasó”, contó Julia en la publicación de Candal. “Recuerdo que lloré, me reí de felicidad y lo llamé. Fue una noticia muy linda para mí. Yo tenía y tengo un papá al cual amo profundamente, pero haberlo encontrado fue un antes y un después en mi vida, ahora tengo dos papás. Con Paco tengo otra clase de cariño, un amor diferente, que también es incondicional pero diferente al fin”.
EPÍLOGO
Cuando pude entrevistar en forma personal (vía chat) a uno de los protagonistas de historia, respondió sobre el monto del encuentro: ¿Como lo viví? -¡Como ver y sentir salir un bebé de una panza de tu ser amado!, respondió Paco emocionado.
“En ese momento era lo que me faltaba en la vida. Ser padre. Ahora tengo un varón de dos años y medio y soy inmensamente feliz con ambos en mi vida”, agregó Baldo.
Ahora, cada uno sigue con su vida, aunque las estelas de sus barcos siguen paralelas, y ambos suelen encontrarse el algún torneo, con Julia ahora como entrenadora -y colega-, y ambos se pueden dar el abrazo, ese que se prometen en su permanentes contactos por redes sociales.
Respecto a que clase de padre es, compinche o “celoso guardián” de una ya bella mujer, Paco dijo lacónico: “Muy equilibrado consejero”, y se rió.
Fotos Somosvoley
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